sábado, 4 de julio de 2020

Nada volverá a ser igual

Dicen que el duelo es un proceso con etapas muy claras y marcadas, y que una vez que las superes todo volverá a la normalidad.

Muchos querrán marcar las estaciones del camino y señalar a los dolientes que ya casi, casi, casi arriban a la terminal y que solo es cuestión de darle tiempo al tiempo.

La verdad es que no siempre es así: el duelo es una montaña rusa de emociones que van, vienen, suceden al mismo tiempo, se encuentran y hasta chocan de frente. Y mientras uno de los dolientes se siente triste, alguien más reaccionará enojado, apático, desesperado o hasta optimista. Y no hay nada de malo en ninguno de ellos; cada cabeza es un mundo, cada quien asimila los momentos de distinto modo y de acuerdo con su personalidad.

Lo mejor es que cada quien viva su proceso como el corazón le dicte y sin desesperarse por cómo los demás anden el camino.

Llorar sin parar está bien… y enojarse también

Llorar. Llorar todo lo que se pueda. Llorar hasta que se sequen los ojos y entonces llorar otro poco, porque las lágrimas son lo más natural e instintivo que tenemos en momentos como estos. Y porque además es muy, muy necesario. Escucharás muchas veces que “no te aguantes”, que “tienes que sacarlo”, que “no te lo guardes”, y no hay nada más cierto que eso.

Pero también habrá momentos en los que sentirás mucha rabia, mucho enojo, y también se vale expresarlo y dejarlo salir. Porque no pudiste hacer nada para evitar que sucediera, porque no pudiste despedirte como hubieras querido (sobre todo en estos tiempos), porque vas a extrañar a la persona que se ha ido el resto de tu vida. Porque saber que no está, que no vas a compartir más ni a reír con esa persona encabrona y llena de frustración.

Entonces, enójate; pega en una pared, o en una almohada, para que no te hagas daño; deja que la furia los haga gritar en la regadera, pero deja salir el enojo y lávalo con agüita caliente. Eso no va a cambiar nada; eso no va a regresar a la persona que extrañas, pero te va a aliviar; te aligerará la carga y tu corazón se sentirá mejor.

Después, si quieres, si puedes, llora nuevamente, llora porque quieres, llora porque duele.

Y si quieres, si puedes, busca a tu familia; abrázalos y déjales saber que sigues allí, pero que justo ahora eliges estar solo; porque también se vale no querer estar para el trabajo, para los bancos, para los amigos...

Pero no cierres la puerta, porque el cariño llega de donde menos lo esperas. La familia que casi nunca ves, los amigos a los que solo saludas de vez en cuando o las personas con las que creías que jamás volverías a hablar. Y vas a leer palabras increíbles, amorosas, que te van a ayudar a dar pasos pequeños hacia afuera.

Y cuando estés afuera, acuérdate que la tarea no ha terminado: ¿qué hay pendiente?; ¿por dónde empiezas?; ¿te toca a ti o sólo vas a apoyar a alguien más?

Como sea, prepárense para un galimatías digital, si no tienen claves, usuarios, contraseñas, números personales. Y de aquí, la recomendación es tener una persona de absoluta confianza que tenga la llave de acceso a nuestras cuentas y secretos. Quienes se quedan sin duda lo van a agradecer.

Recuerda que la vida y el camino no se detienen y en algún momento vas a volver a andar. Hazlo a tu ritmo y no te sorprendas si te sientes culpable porque te descubres disfrutando lo que haces.

La culpa es simplemente parte del proceso de una pérdida y es necesaria para atemperar la tristeza más profunda.

Aquí puedes considerar si necesitas consultar un terapeuta que te ayude a entender lo que te pasa y lo que vives, con el objetivo de sanar tu corazón.

Muchas veces, la muerte de alguien que amamos nos recuerda que la vida es corta y que el mundo, nuestro mundo, puede sacudirse y derrumbarse en un segundo.

Tienes la oportunidad de transformar el dolor en homenaje: puedes cambiar la forma en que vives tu vida y tratar de aprovechar al máximo cada día.

Recuerda que todos tenemos fecha de caducidad y no vale la pena desperdiciar el tiempo en disgustos; busca actividades y personas que te enriquezcan y ama, ama intensamente cada cosa que hagas y a tu gente cercana. Y jamás te olvides de decir a las personas que las amas.

No voy a mentir: nada volverá a ser igual, jamás. El dolor, el vacío tras la muerte de alguien que amamos no se va a acabar; todos tenemos que lidiar con eso de la forma que nos acomode.

Este camino no se recorre para dejar atrás el dolor, sino para aprender y acomodar la pérdida y agradecer lo que esa persona dejó en nuestra vida.

Habrá días de dolor y nostalgia profundos, porque nada volverá a ser igual. Pero si tu ser querido no hubiera estado en tu vida, aunque sea brevemente, tú no serías del todo quien eres y no aquilatarías recuerdos entrañables.

Vas a extrañar, cierto, pero puedes recordar todo lo que aprendiste de ella y acomodarlo en un presente en el que esa persona no va a estar junto a ti, sino que la encuentras dentro de ti.

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